Leyendas Urbanas, Capítulo 2: El adivino que prefería no saber demasiado

El mundo había cambiado, especialmente para los adivinos. La bola de cristal se había quedado obsoleta, las cartas solo se utilizaban para jugar al póker y eso de leer la mano se consideraba poco higiénico. Por eso, el conocer los acontecimientos antes de que ocurrieran (o como se diría de informalmente: ver el futuro), se había vuelto mucho más complejo. Ella lo sabía perfectamente.

Muchas veces, en la soledad de su propio silencio, pensaba en las cosas buenas que tenía leer el futuro. Por ejemplo, era de lo más práctico, ya que permitía actuar en consecuencia de los acontecimientos, eliminaba el factor sorpresa ante situaciones desagradables e incentivaba eso de ponerse a prueba viniendo el grado de acierto. Pero por otro lado, también tenía sus inconvenientes: era agotador, al no ser una ciencia exacta era muy frustrante cuando no se acertaba, y trata no solo de adivinar cuáles serían las próximas tendencias, sino colarse en la mente de algunas personas para saber qué es lo que realmente querían, podía llegar a ser como encontrarse en una habitación sin salida.

A veces le entraban ganas de salir corriendo, cerrar su mente y hacer como que no se enteraba de nada. Pero bastante tenía con haber sabido adaptar su capacidad, la fuente de su poder, a la nueva era digital en la que tantas cosas habían cambiado.

¿Cómo podía leer el futuro sin los instrumentos clásicos de la adivinación? Pues utilizando otro tipo de herramientas digitalizadas que aportaban datos en forma de gráficos interminables, también leyendo mucho y poniendo en común su dilatada experiencia con otros adivinos, para juntos, tener alguna idea de esas predicciones que muchísima gente esperaba como agua de mayo.

Qué decir que las predicciones y suposiciones no siempre eran acertadas. Dependían de demasiados factores, demasiadas personas y elementos tecnológicos impredecibles. Aunque ella trataba de transmitir esto, el que no siempre acertaría en forma ensayo – error, normalmente nadie la había caso porque confiaban ciegamente en sus posibilidades.

Entonces, ¿qué hacer? Pues hacer lo que siempre hacía: seguir trabajando tratando de potenciar su gran poder con un poco de imaginación. Al fin y al cabo, se había metido en el mundo del marketing digital, la nueva era de los adivinos tradicionales.

A veces no quería adivinar lo que sabía, y otras no sabía tanto como le hubiera gustado adivinar.

Publicado el 30 mayo, 2017 en Marketing, Productividad, Publicidad online

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